Había una vez un niño llamado Matheo que vivía en un pequeño pueblo lleno de flores y árboles. Matheo era un niño curioso y soñador. Un día, mientras paseaba por el bosque, encontró un tambor brillante y colorido que lo llamaba con su música alegre. Sin pensarlo dos veces, Matheo tomó el tambor y empezó a tocarlo con alegría. Al instante, un suave sonido flotó en el aire y, para su sorpresa, un pulpo llamado Papote apareció de entre los árboles. El pulpo era muy especial, ya que podía caminar sobre la tierra y tenía tentáculos de muchos colores.
Papote estaba muy feliz de conocer a Matheo y le dijo: "¡Hola, amigo! Tu tambor suena maravilloso. ¿Te gustaría que fuéramos a explorar juntos?" Matheo, emocionado, aceptó la invitación. Juntos, empezaron a caminar por el bosque, tocando el tambor y haciendo que los animales se unieran a su melodía. Los pájaros cantaban, las ardillas saltaban y hasta los ciervos se acercaban curiosos. Era un día lleno de risas y música.
Mientras exploraban, encontraron una abeja llamada Mamota que estaba muy ocupada recolectando néctar de las flores. Mamota se detuvo al escuchar el tambor y se acercó volando. "¡Hola, Matheo! ¡Hola, Papote! ¿Qué están haciendo?" les preguntó con alegría. Matheo les contó sobre su tambor mágico y cómo había atraído a tantos amigos. Mamota, emocionada, decidió unirse a ellos y empezó a bailar al ritmo de la música que Matheo tocaba.
Juntos, Matheo, Papote y Mamota crearon un espectáculo de colores y sonidos. Papote usaba sus tentáculos para hacer movimientos divertidos mientras bailaba, y Mamota revoloteaba alrededor de ellos, llenando el aire de dulces aromas de flores. La música del tambor resonaba en todo el bosque y pronto, otros animales se unieron a la fiesta: conejitos, tortugas y hasta un viejo búho que aplaudía con sus alas.
El sol comenzó a ponerse y todo el bosque se iluminó con una luz dorada. Matheo, Papote y Mamota decidieron hacer una gran fiesta de despedida. Prepararon una mesa con frutas frescas, y Matheo incluso trajo algunas peras que había encontrado entre los árboles. Todos disfrutaron de la comida, contaron historias y rieron hasta que se les hizo de noche. Era un momento perfecto, y todos se sintieron muy felices.
Cuando llegó la hora de irse, Matheo miró a sus amigos y dijo: "Hoy ha sido un día maravilloso gracias a nuestro tambor y a la música". Papote y Mamota asintieron, sintiendo lo mismo. Prometieron no olvidar este día y hacer una fiesta cada vez que el sol se pusiera. Así, Matheo, el tambor, Papote y Mamota se convirtieron en los mejores amigos del bosque.
Y así, cada vez que Matheo tocaba el tambor, los animales venían corriendo, llenos de alegría, listos para bailar y celebrar juntos. Y así, el tambor de colores se convirtió en un símbolo de amistad en el pequeño pueblo, donde todos aprendieron que la música y la risa unen a los corazones. Fin.