La Galleta Voladora y el Gato Florido

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En un pequeño y acogedor hogar vivía un gato llamado Kilian. Kilian era muy especial, pues no solamente amaba las galletas más que cualquier otro gato, sino que también tenía una cola colorida, parecida a los pétalos de una flor. Sus dueños, Matheo y Freya, siempre se preguntaban cómo Kilian podía amar tanto las galletas y tener una cola tan única.

Un buen día, mientras Freya horneaba sus galletas favoritas, una galleta saltó del plato y empezó a volar por la ventana. Kilian, con sus bigotes moviéndose de emoción, saltó por la ventana para atrapar la deliciosa galleta. Pero la galleta voló muy alto, tan alto como un avión, y Kilian se quedó en el suelo, viendo cómo la galleta desaparecía en el cielo.

Desconsolado, Kilian volvió a casa con sus dueños. Matheo y Freya notaron que la cola de Kilian brillaba con una luz extraña y diferente. Decidieron seguir la luz que se desprendía de ella para intentar entender que estaba pasando con Kilian.

Matheo y Freya luego de mucho pensar, tomaron la decisión de construir un avión de juguete. Muchos se preguntarían, ¿Un avión de juguete? ¿Cómo podría eso ayudar a Kilian a alcanzar la galleta voladora? Pero Matheo y Freya tenían un plan. Comenzaron a juntar cajas, papel de colores y hasta un poco de purpurina. Trabajaron juntos toda la tarde, y poco a poco, un lindo y colorido avión de juguete comenzó a tomar forma.

Una vez terminado, Matheo y Freya colocaron en él los juguetes favoritos de Kilian y sus galletas más sabrosas. Pero, ¿cómo iban a hacer volar el avión de juguete hasta la galleta voladora? El avión comenzó a brillar con una luz similar a la de la cola de Kilian, y de pronto, para el asombro de todos, empezó a levitar. ¿Dónde los llevará esa luz misteriosa? ¿Lograrán Matheo y Freya alcanzar la galleta voladora?

Matheo y Freya, recordando la idea del propulsor, reunieron algunas botellas viejas y llenaron cada una con agua y jabón, resultando en agua con muchas burbujas. Sonriendo con emoción, ajustaron las botellas al avión de juguete. Solamente esperaban que la brillante luz de la cola de Kilian sirviera como guía para su avión en su vuelo para alcanzar la galleta voladora.

“¿Están listos Kilian?” preguntó Freya, acariciando al gato, mientras Matheo sostenía el juguete listo para el despegue. Apenas la cola de Kilian brilló aún más, Matheo liberó el avión y con un zumbido de burbujas, el avión de juguete comenzó a elevarse en el aire, siguiendo la luz. Mientras veían el avión alejarse, Matheo y Freya comenzaron a preguntarse sobre su destino final. ¿Llegará a la galleta voladora?

Matheo y Freya esperaron ansiosos en casa. Kilian movía nerviosamente su cola colorida mientras veía el cielo a través de la ventana, esperando que el avión de juguete regresara pronto. Pasaron varios minutos hasta que, finalmente, vieron a lo lejos una luz brillante que se acercaba cada vez más. ¡Era el avión de juguete que volvía!

El avión aterrizó suavemente en el suelo y, para sorpresa de todos, allí estaba la galleta voladora, intacta, en el asiento del piloto. Kilian rápidamente saltó sobre el avión, tomó la galleta entre sus patas y comenzó a comérsela con mucho gusto, mientras su cola se llenaba de luces de todos los colores. La felicidad de Kilian era tan grande que empezó a ronronear fuertemente, una melodía que llenó la casa y dibujó grandes sonrisas en los rostros de Matheo y Freya.

Así, ese día, Matheo, Freya y Kilian aprendieron que, con un poco de creatividad y mucho amor, nada es imposible. Y desde ese momento, cada vez que Freya horneaba galletas, Kilian ya no corría tras ellas, porque sabía que, aunque volaran muy alto, siempre encontrarían el camino de regreso a casa. Y vivieron felices, compartiendo muchas más aventuras y galletas voladoras.