Matheo era un tambor que vivía en un hermoso jardín. Cada vez que alguien lo tocaba, sonaba un ritmo alegre que hacía bailar a las flores y a los pájaros. Un día, mientras resonaban sus notas, una dulce pera llegó rodando, buscando la música que la había atraído.
La pera, de nombre Mamota, preguntó a Matheo: "¿Por qué tocas tan feliz?". Matheo respondió: "Porque la música hace que todos se sientan bien, como si estuvieran disfrutando de un delicioso helado en un día soleado". En ese instante, Papote, la tortuga, apareció despacio, disfrutando del calor del sol y de los sones del tambor.
La curiosidad llenó el aire cuando Papote, al escuchar el ritmo, decidió unirse a la fiesta. “¿Me dejáis bailar?”, preguntó. Matheo y Mamota sonrieron, y el jardín se llenó de risas. Pero, de repente, una nube oscura apareció, y todos se preguntaron cómo afectaría eso a su alegre encuentro.