El Autobús del Arco Iris y El Libro Volador

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En un soleado día, Matheo y Kilian encontraron, escondido en el viejo roble del parque, un libro con un extraño dibujo de un arco iris y un autobús. Curiosos, los niños decidieron abrirlo y, para su sorpresa, una nube de polvo brillante emergió del libro y se convirtió en un enorme autobús de colores.

El autobús estaba lleno de asientos de colores vivos y al frente, estaba Freya, una sonriente conductora de autobús con un uniforme que brillaba con todos los colores del arco iris. Les invitó a subir y, una vez dentro, el autobús empezó a moverse, pero ¡no en la carretera, sino en el aire! Pronto, estaban volando por encima de las nubes, rodeados por un hermoso arco iris.

El viaje fue increíble, hasta que de repente, un fuerte ruido proveniente del libro alarmó a los niños. Al abrirlo de nuevo, descubrieron otra imagen: un helicóptero, como si estuviera esperando para salir. Con una mirada de asombro, Matheo, Kilian y Freya se preguntaron qué hacer con el nuevo descubrimiento.

Decidieron que seguirían su emocionante viaje en el Autobús del Arco Iris. Freya, con una sonrisa radiante en su rostro, giró el gran volante de colores y el autobús viró, dejándose llevar por el viento, mientras volaban sobre montañas, ríos y bosques. Matheo y Kilian se asomaban por las ventanas, sus ojos llenos de asombro al ver el maravilloso mundo desde arriba. Observaron cómo las casas y los árboles se volvían cada vez más pequeños, como si fueran juguetes en un mundo de miniatura.

De pronto, del libro emergió un mapa con extrañas inscripciones. Matheo y Kilian se miraron con curiosidad. ¿Podría ser un tesoro escondido o la ubicación de una nueva aventura? Freya, aún con su sonrisa brillante, les animó a estudiar el mapa. Los niños, con sus dedos trazando las líneas del mapa, se preguntaban hacia dónde les llevaría su próximo viaje en el Autobús del Arco Iris.

Con un "¡A la gran montaña de chocolate!", Matheo y Kilian señalaron en el mapa la dirección que debían tomar. Freya, sonriendo, giró el volante del Autobús del Arco Iris y el paisaje comenzó a cambiar. Las montañas y los ríos dieron paso a vastos campos de dulces y golosinas. Pronto, en el horizonte, apareció la montaña que buscaban: una gigantesca montaña de chocolate brillante bajo el radiante sol del mediodía.

Una vez llegaron, la vista era aún más impresionante de cerca. La montaña destellaba bajo el sol, y parecía estar hecha de todo tipo de chocolate: con leche, negro, con trozos de nueces y avellanas... Parecía un sueño hecho realidad para los niños. Pero justo cuando iban a dar el primer mordisco, vieron que algo raro ocurría. El autobús del Arco Iris comenzó a temblar y, de repente, el libro voló de sus manos y cayó abierto en una página que mostraba una imagen de un enorme dragón.

Matheo, Kilian y Freya se miraron sorprendidos y con un poquito de miedo. Pero recordaron que las cosas no siempre son lo que parecen y decidieron intentar hablar con el dragón. Así que, Freya, con su brillante sonrisa, giró de nuevo el volante del Autobús del Arco Iris, y volaron directamente hacia donde se encontraba el dragón.

Para su alivio y sorpresa, el dragón resultó ser muy amistoso. Tenía una voz ronca pero gentil y explicó que su trabajo era proteger la montaña de chocolate. Les contó que simplemente se había asustado cuando el autobús del Arco Iris apareció de repente. El dragón estaba feliz de compartir la montaña de chocolate con ellos, siempre y cuando prometieran no llevarse más de lo que podían comer en un día. Matheo, Kilian y Freya estuvieron de acuerdo, y el dragón les enseñó la mejor manera de cortar el chocolate sin dañar la montaña.

Al final del día, los niños y Freya subieron al autobús del Arco Iris con sus manos llenas de delicioso chocolate, sonrisas en sus rostros y nuevas historias para contar. Prometieron visitar al dragón de vez en cuando, y el dragón, con un resplandor amistoso en sus ojos, también prometió estar allí para darles la bienvenida cada vez que regresaran. Y así, con nuevas amigos y la montaña de chocolate aún resplandeciendo a la distancia, el Autobús del Arco Iris voló de vuelta a casa, dejando un rastro de polvo de arco iris en el cielo.