La fresa mágica

Generated story image

Había una vez en un hermoso jardín, una fresa muy especial. Su nombre era Matheo y tenía un brillante color rojo que resaltaba entre las demás frutas. A él le encantaba estar bajo el sol y sentir su calorcito en su piel suave y dulce.

Un día, mientras Matheo estaba disfrutando del sol, escuchó un sonido muy peculiar. Era Kilian, un pollito recién salido del huevo que estaba explorando el jardín. Kilian se acercó a Matheo y le preguntó qué era esa cosa roja y redonda que estaba en el suelo.

Matheo le explicó que era una fresa y le invitó a probarla. Kilian se acercó con curiosidad y dio un mordisco a la fresa. De repente, empezó a sonar un hermoso tambor dentro de su cabeza. Kilian quedó fascinado con el sonido y empezó a bailar y a saltar al ritmo de la música.

Más tarde, llegó Sebas, un pajarito de colores muy amigable, que se unió a la fiesta de Kilian y Matheo. Juntos, empezaron a jugar y a hacer música con la fresa mágica. Pero de repente, el cielo se oscureció y empezó a llover muy fuerte.

Los tres amigos se refugiaron debajo de una hoja grande y siguieron tocando y bailando con el tambor de la fresa. La lluvia se convirtió en una hermosa melodía que se mezclaba con la música de la fresa y juntos crearon una sinfonía única y mágica.

Cuando la lluvia paró, Kilian, Matheo y Sebas salieron de su refugio y se dieron cuenta de que la fresa había crecido aún más y tenía un brillo especial. Era como si la lluvia mágica le hubiera dado más poder a la fresa para crear música.

Desde ese día, Kilian, Matheo y Sebas se convirtieron en grandes amigos y siempre se reunían bajo la fresa mágica para seguir tocando y bailando con su tambor. Y en el jardín, se podía escuchar su hermosa música cada vez que llovía.