Había una vez un muñeco de nieve llamado Copito que vivía en un jardín muy grande. A pesar de amar los días fríos y los juegos con los niños, Copito soñaba con explorar el mundo. Una mañana, al despertar, vio una calabaza que no había estado ahí el día anterior.
La calabaza, llamada Naranjita, era mágica y podía hablar. "¿Quieres viajar, Copito?" preguntó Naranjita. "¡Sí!" respondió Copito con emoción. "Pero, ¿cómo puedo hacerlo sin derretirme?" La calabaza sonrió misteriosamente y dijo: "Confía en mí."
De pronto, una tortuga lenta pero sabia apareció entre las flores. Se llamaba Lentita y llevaba un diminuto sombrero de viajero. "Para viajar, primero debes aprender a ir despacio," aconsejó Lentita. Copito estaba confundido, pero Naranjita le guiñó un ojo.
Entonces, un coche antiguo pero robusto se acercó al jardín. Se presentó con un bocinazo alegre como Rodri, y se ofreció para llevar a Copito a cualquier lugar. Con una sonrisa, Naranjita tocó a Copito, y magia pura lo envolvió, protegiéndolo del calor.
Rodri, Lentita y Naranjita acompañaron a Copito en su viaje. Descubrieron paisajes de colores, ciudades relucientes y montañas que tocaban el cielo. Copito se maravillaba con cada nuevo descubrimiento, agradecido por sus nuevos amigos.
Al final, llegaron a una playa donde el sol caía dorado sobre las olas. Copito, protegido por la magia de Naranjita, pudo sentir la arena sin derretirse. Cuando la luna subió alta y redonda, todos los amigos se recostaron a ver las estrellas.
"Lo importante no es solo llegar," murmuró Lentita, "sino también disfrutar el camino y la compañía." Copito estuvo de acuerdo. Y así, cada año, cuando llegaba el primer día de nieve, Copito, Naranjita, Lentita y Rodri partían en una nueva expedición, llenando de recuerdos felices el corazón del muñeco de nieve.