En un pequeño pueblo, bajo un cielo lleno de estrellas, vivía un niño llamado Matheo. A Matheo le encantaba mirar las estrellas por la noche y soñar con ser uno de ellas. Cada vez que las veía brillar, pensaba que eran pequeñas luces que danzaban en el cielo. Un día, Matheo vio una estrella que parecía diferente, más brillante que las demás. Era tan bonita que decidió llamarla "Estrellita". Estrellita también lo miraba y sentía que quería ser parte de la Tierra, pero no sabía cómo hacerlo.
Mientras tanto, en el mismo pueblo, había una berenjena llamada Mamota. Mamota era una berenjena alegre que crecía en el jardín. Su color violeta resplandecía bajo el sol y le encantaba contar historias a todos los vegetales que la rodeaban. Un día, mientras Mamota soñaba con aventuras, escuchó el susurro de la Estrellita desde el cielo. “Quiero brillar en la Tierra, quiero sentir lo que es estar cerca de un niño,” decía la estrella. Mamota, al escuchar esto, se sintió muy emocionada y tuvo una idea brillante.
“¡Yo puedo ayudar a la Estrellita!” pensó Mamota. Así que se dirigió a la orilla del río donde vivía un pez llamado Papote. Papote era un pez curioso que siempre estaba dispuesto a explorar. Cuando Mamota le explicó el deseo de la estrella, Papote se entusiasmó. “¡Vamos a buscar la manera de que Estrellita pueda bajar a la Tierra!” dijo mientras hacía burbujas de alegría. Juntos, los dos amigos empezaron a pensar en cómo podrían hacer que la Estrellita cumpliera su sueño de brillar en el mundo de los humanos.
Después de pensar un poco, Papote se le ocurrió una idea genial. “Si hacemos una gran fiesta, tal vez Estrellita podrá venir a visitarnos. ¡Podemos invitar a todos los niños del pueblo y llenaremos el cielo de luces!” Mamota estuvo de acuerdo y, emocionados, comenzaron a preparar la fiesta. Decoraron el jardín con flores y luces, mientras Matheo, sin saber nada de los planes, soñaba con poder tocar alguna vez las estrellas.
La noche de la fiesta llegó, y el jardín estaba lleno de risas y luces de colores. Matheo miraba hacia el cielo, y en ese instante, la Estrellita, muy emocionada, decidió descender un poco. Se sintió tan feliz de ver a tantos niños que comenzó a brillar con más fuerza. Todos los niños señalaron hacia el cielo y gritaron: “¡Mira, la Estrellita está aquí!” Matheo no podía creer lo que veía, su corazón latía de alegría. La Estrellita se sentía feliz de estar cerca de los niños, iluminando la fiesta con su luz dorada.
En medio de la fiesta, Mamota y Papote estaban felices de ver a Estrellita. Ella empezó a hablar con Matheo, quien la escuchaba maravillado. “Siempre he querido ser tu amiga y brillar en tu mundo,” dijo Estrellita. Matheo respondió: “Eres la estrella más hermosa, ¡brillas tanto!” La estrella sonrió y, en ese momento, todos los niños, la berenjena y el pez, levantaron sus manos y empezaron a bailar bajo la luz de Estrellita. Fue una noche mágica, llena de risas, canciones y felicidad.
Desde aquel día, Matheo, Mamota y Papote se hicieron grandes amigos de Estrellita. Cada noche, cuando miraban al cielo, Matheo sabía que su amiga estrella siempre estaría allí, brillando para él. La Estrellita se convirtió en su guardiana, iluminando sus sueños y sus noches. Y así, en un rincón del mundo, un niño, una berenjena y un pez aprendieron que, aunque vienen de lugares distintos, la amistad y los sueños pueden unirlos siempre. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.