Kilian tenía una boca tan especial que podía hablar con los objetos. Un día, mientras paseaba por el puerto con su amigo Matheo, su boca empezó a conversar con un pequeño barco de madera que brillaba bajo el sol. El barco dijo que estaba buscando algo muy importante y que necesitaba ayuda.
Matheo, emocionado, señaló un tomate rojo que descansaba en una cesta cercana. "¡Tal vez el tomate sepa algo!", dijo. La boca de Kilian habló con el tomate, y el tomate respondió que había oído rumores sobre un castillo escondido en una isla lejana, donde todos los objetos encontraban lo que deseaban.
El barco saltó de alegría. "¡Entonces naveguemos juntos hacia esa isla!", dijo. Pero justo antes de zarpar, Matheo descubrió un mapa extraño bajo el tomate, con un camino que iba muy lejos del mar. Kilian, la boca, el barco y el tomate no sabían qué decidir.