Había una vez un perro llamado Matheo que tenía una nariz muy especial. Era grande, suave y siempre olfateaba todo a su alrededor. Un día, mientras jugaba en el parque, Matheo vio algo brillante en el cielo. Era una estrella que brillaba más que ninguna otra.
Matheo decidió seguir el brillo de la estrella y se encontró con un gorila llamado Kilian. Kilian era muy simpático y siempre sonreía. Matheo le dijo entusiasmado: “¡He visto una estrella! ¿Quieres venir conmigo a buscarla?” Kilian asintió con su gran cabeza, emocionado por la idea.