Un día, Matheo estaba viendo la televisión en su casa cuando, de repente, escuchó una sirena muy fuerte. Se asomó por la ventana y vio un coche de policía que pasaba a toda velocidad.
Matheo decidió seguir al coche de policía. A medida que se acercaba, vio que el coche se dirigía hacia una casa grande y misteriosa en la calle principal. Cuando llegó allí, la casa parecía estar vacía, pero algo extraño sucedía en su jardín: la luna brillaba muy intensamente y lanzaba destellos de luz sobre la casa.
Matheo se acercó con curiosidad a la casa, y cuando tocó la puerta, esta se abrió mágicamente. Sin pensarlo dos veces, entró y se adentró en una habitación llena de libros antiguos y estanterías cubiertas de polvo. De repente, escuchó un ruido en el piso de arriba que lo hizo estremecer.
Decidió subir lentamente las escaleras, y al llegar al piso de arriba, se encontró con una habitación llena de luces brillantes y colores mágicos. En el centro de la habitación, vio un cofre brillante que emanaba destellos dorados. Matheo se acercó, pero justo en ese momento, un ruido en la planta baja lo hizo volver a la realidad.
Matheo decidió abrir el cofre, pero justo cuando iba a hacerlo, escuchó una voz que le decía que el tesoro mágico no era para él, sino para quien lograra resolver el enigma de la casa encantada. Intrigado, Matheo se preguntó cuál sería el enigma que debía resolver para poder obtener el tesoro.
Decidió investigar en la biblioteca de la casa encantada, buscó entre los libros antiguos y polvorientos, hasta que encontró un libro misterioso que hablaba sobre la historia de la casa. Descubrió que la casa estaba encantada por un hechizo antiguo que solo podía romperse con un amuleto especial escondido en el jardín.
Matheo salió corriendo al jardín y comenzó a buscar por todas partes, hasta que finalmente encontró el amuleto brillante escondido debajo de un árbol. Con el amuleto en sus manos, regresó a la habitación mágica y lo colocó en el cofre. De repente, el cofre se abrió y una luz brillante iluminó toda la habitación.
El tesoro mágico se reveló: era un montón de dulces, juguetes y un mensaje que decía "Felicidades, has roto el hechizo de la casa encantada". Matheo sonrió y se llevó el tesoro a casa, sabiendo que había logrado resolver el enigma y que la casa encantada ya no estaría más embrujada.