La Computadora de Colores (2)

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Al día siguiente, Matheo no dejaba de pensar en la increíble aventura que Kilian había vivido. Estaba decidido a descubrir todos los secretos que su portátil mágico escondía. Freya, por su parte, no paraba de preguntarle a Kilian por los detalles de los pájaros y los dibujos en el cielo. Finalmente, los tres amigos se reunieron de nuevo frente al portátil, ansiosos por ver qué nuevas sorpresas les aguardaban.

Matheo encendió su portátil y esperó con expectación. El arco iris volvió a aparecer, iluminando toda la habitación como la vez anterior. Esta vez, un tren de colores surgió de la pantalla. Era un hermoso tren, con vagones de diferentes colores y ventanas brillantes que daban ganas de subirse de inmediato. Sin dudarlo, Freya fue la primera en dar un paso adelante. "¡Yo quiero subir al tren!" exclamó con entusiasmo.

Matheo y Kilian la siguieron rápidamente, y los tres amigos se acomodaron en un vagón de color naranja. El tren comenzó a moverse suavemente, y pronto salieron de la habitación y se encontraron en un paisaje fantástico. Había campos de flores gigantes, árboles con hojas de cristal y montañas de algodón de azúcar. A medida que el tren avanzaba, se oían risas y música, como si el propio paisaje estuviera celebrando su llegada.

De repente, el tren se detuvo en una estación hecha completamente de dulces. "¡Bienvenidos al País de los Dulces!" anunció una voz melodiosa. Los niños bajaron del tren y exploraron con asombro. Había casas hechas de galletas, caminos de caramelo y un río de chocolate que brillaba bajo el sol. Un grupo de pequeños seres, parecidos a duendecillos de azúcar, se acercaron a recibirlos. "Somos los Guardianes de los Dulces. ¿Quieren jugar con nosotros?" preguntaron con una sonrisa.

Matheo, Kilian y Freya aceptaron encantados. Pasaron la tarde jugando a juegos que nunca habían imaginado: carreras de chupa-chups, construcción de castillos de galleta y una emocionante búsqueda del tesoro entre montañas de malvavisco. Los Guardianes de los Dulces les enseñaron trucos mágicos, como crear flores de caramelo con un solo soplido y hacer que las nubes de algodón de azúcar llovieran confites.

Finalmente, el sol comenzó a ponerse, y los niños sabían que era hora de volver. Agradecieron a los Guardianes de los Dulces por la maravillosa aventura y regresaron al tren de colores. Durante el viaje de regreso, los tres amigos no paraban de reír y recordar cada momento especial del día. "Este ha sido el mejor día de todos," dijo Freya con una sonrisa radiante, y Matheo y Kilian asintieron de acuerdo.

Cuando llegaron de vuelta a la habitación de Matheo, el tren desapareció en el arco iris que había salido de la pantalla del portátil. Freya, Kilian y Matheo se miraron con ojos brillantes, sabiendo que aún había muchos más misterios por descubrir en el mundo mágico de la computadora de colores. Decidieron que cada día intentarían buscar una nueva aventura, siempre juntos y siempre listos para lo inesperado. El portátil se apagó, y con él, los colores mágicos desaparecieron, pero los recuerdos de ese día se quedaron grabados en sus corazones para siempre.