En un bosque encantado vivía un oso llamado Matheo, que era muy curioso y le encantaba explorar. Un día, mientras caminaba, se encontró con una tortuga llamada Kiliancito, que tenía un tomate grande y jugoso en sus garras. Matheo se acercó a la tortuga y le preguntó por qué llevaba un tomate.
La tortuga le contó que había encontrado el tomate cerca de un hermoso lago, pero antes de que pudiera decir algo más, ambos escucharon un ruido extraño. Al mirar hacia el lago, vieron a un cangrejo gigante saliendo del agua, mirando fijamente el tomate. ¿Qué pasará después en esta extraña historia?
Matheo y Kiliancito, asustados por el cangrejo gigante, rápidamente se escondieron detrás de unos arbustos. Después de unos minutos de silencio, Kiliancito susurró a Matheo: "Creo que deberíamos ir a buscar ayuda a las hadas del lago, seguramente nos podrán ayudar a resolver este misterio". Matheo asintió con la cabeza y juntos se dirigieron al lago, en busca de las hadas que podían ayudarlos.
Al acercarse al lago, vieron destellos de luz sobre el agua y escucharon risas alegres. Al llegar a la orilla, se encontraron con las hadas del lago, que los recibieron con una sonrisa. "¿En qué podemos ayudarles, queridos amigos?", preguntó una de las hadas. Matheo y Kiliancito le contaron lo sucedido con el tomate desaparecido y el cangrejo gigante, y las hadas escucharon atentamente, prometiendo ayudarlos. ¿Qué aventuras les esperarán junto a las hadas del lago?
Las hadas del lago se pusieron en acción y, juntas, idearon un plan para resolver el misterio del tomate desaparecido. Decidieron que Matheo y Kiliancito explorarían el fondo del lago en busca del cangrejo gigante y el tomate perdido. Con la ayuda de las hadas, los dos amigos se sumergieron en las aguas cristalinas y comenzaron su emocionante búsqueda.
Bajo el agua, Matheo y Kiliancito vieron peces de colores brillantes y plantas submarinas. De repente, divisaron al cangrejo gigante, que sostenía el tomate en una de sus enormes pinzas. Con mucho cuidado, lograron convencer al cangrejo de que les devolviera el tomate, prometiéndole que le traerían deliciosas frutas a cambio.
Finalmente, con el tomate en sus manos, Matheo y Kiliancito salieron a la superficie, donde las hadas del lago los esperaban con gran alegría. Todos celebraron juntos el final feliz de esta aventura, y el bosque encantado volvió a ser un lugar tranquilo y lleno de magia. Desde ese día, Matheo y Kiliancito aprendieron que, con valentía y la ayuda de amigos, siempre se puede resolver cualquier misterio.