Había una vez un niño llamado Matheo que vivía en un hermoso pueblo cerca del mar. Un día, al despertar, se encontró con un regalo muy especial: una caja grande y brillante.
Al abrir la caja, Matheo descubrió una tortuga muy simpática que llevaba un balón rojo atado a su caparazón. También había un globo colorido que flotaba en el aire, justo en frente de él.
Matheo no podía creer la sorpresa que le esperaba ese día. Sacó la tortuga de la caja y la observó detenidamente, mientras el balón rebotaba alegremente a su alrededor. ¿Qué aventuras le esperarán a Matheo con sus nuevos amigos?
Matheo sonrió emocionado al ver a la tortuga, el balón y el globo. Sabía que serían sus nuevos amigos y juntos podrían vivir muchas aventuras. Decidió que lo primero que debían hacer era buscar un camino seguro para llegar a la playa, donde podrían jugar y divertirse todo el día. Matheo tomó a la tortuga en sus manos, agarró el balón y siguió al globo que volaba frente a él.
Caminaron por el hermoso pueblo, saludando a todos los vecinos que encontraban en el camino. Finalmente, llegaron a un bosque lleno de árboles y animales, que parecía ser el camino más corto hacia la playa. Pero entonces, se dieron cuenta de que habían llegado a un camino dividido. No sabían qué camino tomar. ¿Cuál sería el camino correcto para llegar a la playa?
Matheo miró el camino de la izquierda y vio un arco iris brillante que lo invitaba a seguirlo. Sin dudarlo, decidió seguir ese camino, confiando en que lo llevaría a un lugar maravilloso. La tortuga asintió con entusiasmo y el balón rebotó de alegría, listos para seguir adelante.
Caminaron por el camino de la izquierda y descubrieron un hermoso prado lleno de flores de colores. El sol brillaba en el cielo y una suave brisa soplaba a su alrededor. Matheo y sus amigos se detuvieron un momento para disfrutar de la belleza del lugar, recogiendo algunas flores para llevar a la playa. Después de un rato, continuaron su camino, siguiendo el arco iris que brillaba en el horizonte.
Finalmente, llegaron a la playa, donde las olas del mar chocaban suavemente contra la orilla. Matheo soltó el balón y la tortuga en la arena, corriendo hacia el agua para jugar. El globo flotaba en el cielo, observando feliz a sus nuevos amigos. Matheo se dio cuenta de que había tomado la decisión correcta al seguir el camino de la izquierda. Estaba emocionado por todas las aventuras que viviría con sus nuevos amigos. Y así, Matheo, la tortuga, el balón y el globo, pasaron un día maravilloso jugando en la playa, disfrutando del sol y el mar.