Matheo era un niño muy curioso que un día encontró un portátil en el fondo del mar. Lo abrió y descubrió que podía comunicarse con un tiburón llamado Kilian, que resultó ser muy amigable.
Matheo y Kilian se hicieron amigos y juntos descubrieron una isla llena de sandías gigantes. Allí conocieron a Sebas, un huevo muy sabio que les contó que las sandías estaban en peligro.
Decidieron ayudar a las sandías, pero no sabían cómo. Fue entonces que el portátil de Matheo reveló un mensaje secreto que les indicaba cómo salvarlas.
Los tres amigos trabajaron duro siguiendo las instrucciones, y finalmente lograron salvar las sandías. El portátil les mostró una imagen de las sandías felices y les agradeció su valiosa ayuda.
Matheo, Kilian y Sebas estaban muy contentos y se convirtieron en grandes amigos. Esa aventura los unió para siempre, y cada vez que comían sandía recordaban el maravilloso día en que salvaron a las sandías de la isla.
Y así, el misterioso caso de la sandía y el tiburón se convirtió en una bonita historia que Matheo, Kilian y Sebas recordarían con cariño por el resto de sus vidas.
El fin.