Matheo estaba jugando en el jardín cuando vio algo brillante en el cielo. Era un avión que volaba muy alto, dejando una estela blanca a su paso.
Curioso, Matheo decidió seguir al avión y se adentró en el bosque. De repente, se encontró con un caracol que le susurró al oído: "Sigue el rastro de la ballena".
Intrigado, Matheo continuó su camino hasta llegar a la orilla del mar, donde vio una enorme ballena que emergía del agua. La ballena le dijo: "Sube a mi lomo, te llevaré a un lugar increíble".
Matheo, emocionado, subió a lomo de la ballena y juntos se adentraron en el mar. El agua era cristalina y Matheo podía ver peces de colores nadando a su alrededor. La ballena le contó historias de otros lugares lejanos y de aventuras por descubrir.
Después de un rato, la ballena se detuvo frente a una isla misteriosa. Matheo vio un barco antiguo en la playa y decidió bajar de la ballena para explorar la isla. "¿Qué aventuras nos esperarán aquí?", se preguntó Matheo mientras se adentraba en la selva espesa.
Matheo decidió seguir su instinto y regresar al mar junto a la ballena. Se zambulleron en las aguas claras y frescas, nadando entre corales y tortugas marinas. La ballena le enseñó a Matheo cómo comunicarse con los delfines y juntos jugaron en las olas del mar.
Después de un rato, la ballena le propuso a Matheo explorar un arrecife de coral lleno de vida marina. Matheo vio peces de todos los colores, estrellas de mar brillantes y pulpos curiosos. Se sintió feliz de estar en ese lugar tan especial y agradeció a la ballena por llevarlo a vivir esa maravillosa aventura.
Al final del día, la ballena llevó a Matheo de regreso a la orilla, donde se despidieron con una promesa de volver a encontrarse en otro viaje. Matheo regresó a casa con el corazón lleno de alegría y los ojos brillantes de emoción. Había vivido un día inolvidable gracias a su amiga la ballena.