En un rincón soleado de un fresquísimo prado, vivían tres amigos muy especiales: Matheo, el cerdo, Kilian, el pollito, y Freya, el conejo. Matheo era un cerdo simpático, con un corazón enorme y un hocico siempre sonriente. Kilian, el pollito, tenía unas plumas amarillas que brillaban como el sol y un piar juguetón que hacía reír a todos. Freya, el conejo, era ágil y curiosa, siempre saltando de aquí para allá, buscando nuevas cosas que descubrir. Un día, mientras exploraban su hogar, decidieron que era el momento perfecto para buscar algo delicioso.
Mientras caminaban, encontraron un limonero que se erguía orgulloso entre las flores. Sus limones eran grandes y amarillos, brillantes como el oro. "¡Miren qué hermosos limones!", exclamó Matheo. Kilian se acercó, picoteando un poco la tierra. "¡Debemos hacer algo rico con ellos!", dijo emocionado. Freya, que siempre tenía buenas ideas, propuso hacer una limonada. Los tres amigos se miraron y, al unísono, dijeron: "¡Sí, limonada!". Así que empezaron a planear cómo podrían cosechar los limones sin dañar al árbol.
Matheo, con su gran fuerza, se ofreció para sacudir las ramas del limonero. Freya, que era más pequeña, podría recoger los limones que caían al suelo, mientras que Kilian volaría un poco para observar desde arriba. Así que todos se pusieron manos a la obra. Matheo dio un fuerte empujón, y muchos limones cayeron al suelo. Freya comenzó a recogerlos rápidamente, y Kilian los animaba desde el aire, ¡era un gran trabajo en equipo!
Cuando terminaron, tenían una gran cesta llena de limones frescos. "Ahora necesitamos agua y azúcar", dijo Matheo. "Voy a buscar agua del arroyo", añadió Freya, mientras Kilian se ofreció a buscar un poco de azúcar en la casa cercana. Matheo se quedó con los limones, pensando en lo deliciosa que sería la limonada. Los amigos se separaron brevemente, cada uno en su misión, llenos de entusiasmo y energía.
Poco después, todos regresaron felices. Freya trajo el agua fresca del arroyo y Kilian, con su pequeño pico, logró un poco de azúcar de la cocina. Juntos, comenzaron a hacer la limonada. Primero, Matheo exprimió los limones, Freya mezcló el agua y Kilian espolvoreó el azúcar. El aroma en el aire era fresco y delicioso. "¡Esto huele increíble!", exclamó Kilian, mientras todos los amigos reían por la emoción.
Finalmente, después de mucho esfuerzo, la limonada estaba lista. Se sirvieron grandes vasos llenos de la bebida amarilla y chispeante. Se sentaron bajo la sombra del limonero y, antes de dar el primer trago, hicieron un brindis por su amistad y por todos los momentos divertidos que compartían. Saborearon lentamente la limonada, y cada sorbo era como un rayo de sol en sus panzas. "¡Está riquísima!", gritó Matheo, mientras Freya saltaba de alegría y Kilian piaba feliz.
Desde ese día, el limonero se convirtió en su lugar favorito. Cada vez que se sentían un poco tristes o cansados, sabían que podían reunirse allí, bajo sus ramas, para disfrutar de su deliciosa limonada y contar historias. Así, Matheo, Kilian y Freya aprendieron que, trabajando juntos, no solo podían hacer cosas ricas, sino que también podían pasar un tiempo maravilloso, lleno de risas y amor, celebrando su amistad cada día.