La nariz que vuela

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Había una vez una nariz que no era como las demás. Se llamaba Matheo y soñaba con ver el mundo desde arriba, como un pájaro en el cielo. Un día, mientras paseaba por un bosque, olfateó algo delicioso y decidió seguir el aroma.

Siguiendo su olfato, Matheo llegó a un árbol enorme y frondoso. Bajo sus ramas, encontró a Freya, una pequeña ardilla que estaba buscando nueces. "¡Hola, Matheo! ¿Quieres ayudarme?", le preguntó con su voz alegre. Matheo, emocionado, decidió que ayudaría a Freya.

Freya sonrió y dijo: “¡Vamos a construir un avión de nueces! Necesitamos muchas nueces y unas hojas grandes para las alas.” Matheo, feliz de estar con su amiga, comenzó a buscar nueces por el suelo. Freya saltaba de rama en rama, recolectando las nueces más brillantes. Juntos trabajaron con alegría, riendo y compartiendo ideas sobre cómo sería su vuelo.

Finalmente, el avión de nueces estaba listo. Era pequeño pero muy bonito. “¡Ahora necesitamos un buen lugar para despegar!” dijo Freya. Matheo miró a su alrededor y vio un claro en el bosque. “¡Ese será el lugar perfecto!” exclamó, lleno de emoción. Con el corazón latiendo fuerte, se prepararon para el gran momento.

Primero, Freya y Matheo colocaron el avión en el suelo del claro. Freya se acomodó en el asiento hecho de hojas, mientras Matheo se puso frente a ella, listo para empujar. "Contemos hasta tres y luego empujamos juntos", sugirió Freya. "¡Uno, dos, tres!" gritaron al unísono. Empujaron con todas sus fuerzas hacia adelante, y el avión de nueces comenzó a deslizarse suavemente por el césped verde.

Se rieron con cada pequeño salto que daba el avión, sintiéndose como si realmente estuvieran volando. "¡Mira cómo se mueve!", dijo Matheo emocionado. Pero de repente, un pequeño viento sopló y el avión se detuvo. "¡Oh no! ¿Qué haremos ahora?", preguntó Freya, mirando el avión mientras se preguntaban si deberían intentar otra vez o buscar algo más divertido.