Había una vez en el bosque un elefante amarillo que vivía en lo alto de un limonero. Todos los días, el elefante se despertaba con el dulce aroma de los limones y se preparaba para un nuevo día lleno de aventuras.
Un día, mientras el elefante disfrutaba de un delicioso limón, una rana verde y saltarina llegó hasta el árbol. La rana le preguntó al elefante si podía unirse a él para compartir una jugosa fruta.
El elefante sonrió y le ofreció un limón a la rana. La rana, emocionada, dio un salto y se preparó para darle un bocado al limón. Pero justo en ese momento, la rana notó algo extraño en el limón...
La rana descubrió que al morder el limón, no solo sabía ácido y fresco, sino que también comenzó a sentir un cosquilleo en todo su cuerpo. De repente, todo a su alrededor empezó a girar y a llenarse de colores brillantes. La rana se dio cuenta de que el limón era un portal mágico que la llevaba a otro mundo lleno de magia y diversión.
A medida que la rana exploraba este nuevo mundo, se encontró con criaturas fantásticas, hadas y duendes que la recibieron con una gran sonrisa. Todos le dieron la bienvenida y le contaron historias maravillosas sobre la tierra mágica donde se encontraban. La rana se llenó de emoción y se preguntó qué otros secretos guardaba el limón.
La rana decidió seguir explorando este mundo mágico en busca del tesoro escondido en el fondo del lago cristalino. Con valentía, se sumergió en las aguas transparentes y brillantes, nadando entre peces de colores y plantas acuáticas. A medida que se adentraba en el lago, la rana se encontró con un cofre dorado cubierto de brillantes gemas y piedras preciosas. ¡Había encontrado el tesoro!
La rana saltó de alegría y abrió el cofre para descubrir un sinfín de tesoros mágicos que brillaban con luz propia. Entre ellos, encontró una corona de flores que la convirtió en la reina del bosque, una varita mágica que le permitía cumplir sus deseos más profundos y un espejo que reflejaba su verdadera belleza interior. La rana se sintió la criatura más afortunada del mundo y agradeció al limón por llevarla a este maravilloso lugar.
Finalmente, la rana decidió compartir su tesoro con todos los habitantes del bosque, difundiendo la magia y la felicidad a su alrededor. Desde ese día, la rana se convirtió en la guardiana de los tesoros mágicos del lago cristalino, siempre dispuesta a ayudar a quienes necesitaban un poco de magia en sus vidas. Y así, la rana parlanchina vivió felices para siempre en el mundo mágico que descubrió a través del limón misterioso.