Matheo y Kiliancito quedaron maravillados con la cueva llena de tesoros, pero la vaca les recordó que la fuente mágica podía ofrecer mucho más que solo joyas y oro. Podía conceder deseos también.
Los niños no podían creer lo que estaban escuchando. ¿Una fuente que concedía deseos? Parecía algo sacado de un cuento de hadas. Sin perder un segundo, Matheo y Kiliancito comenzaron a pensar en sus deseos más grandes.
"Yo quisiera tener una bicicleta nueva", dijo Matheo.
"Y yo quisiera tener una casa en la playa para toda mi familia", agregó Kiliancito.
La vaca sonrió y les dijo que si lo deseaban con todo su corazón, la fuente mágica lo haría realidad. Así que los niños se pusieron a girar a la vaca alrededor de la fuente una y otra vez, deseando con todas sus fuerzas.
De repente, del interior de la fuente salió una luz brillante y una gran explosión de burbujas mágicas. Matheo y Kiliancito se quedaron boquiabiertos al ver que sus deseos se habían hecho realidad.
Matheo recibió una bicicleta nueva y Kiliancito una hermosa casa en la playa para toda su familia. Los niños no podían estar más felices y agradecidos con la fuente mágica y la vaca que los había ayudado.
A partir de ese día, los niños y la vaca se convirtieron en grandes amigos y visitaban la fuente mágica juntos para explorar y descubrir nuevas aventuras y tesoros. Siempre con la promesa de volver a la cueva de la isla para recordar ese día maravilloso en el que se dieron cuenta que no hay nada imposible cuando crees en la magia.