Era un día soleado cuando un barco de colores brillantes navegaba por un mar azul. En la cubierta, había una sandía enorme que brillaba bajo el sol, lista para ser compartida. De repente, un león con una melena dorada saltó a bordo, buscando algo fresco para comer.
El león se acercó a la sandía y sonrió. “¡Qué delicia!” dijo mientras olfateaba la fruta jugosa. Pero, justo en ese momento, apareció un muñeco de nieve, que había llegado desde tierras heladas, con su nariz de zanahoria y su bufanda roja. “¿Qué hacen aquí un león y una sandía?” preguntó con curiosidad, sus ojos azules brillantes bajo el sol.
La sandía se puso a reír y dijo: “Estamos listos para una fiesta. ¿Quieres unirte?” El león asintió emocionado, pero el muñeco de nieve miró preocupado. “No sé si puedo estar en una fiesta caliente…” Mientras tanto, el barco seguía navegando y el mar susurraba secretos que nadie conocía.