Había una vez un koala llamado Carlos que vivía en un árbol muy alto. Carlos era un koala curioso y siempre miraba al mundo desde su rama. Un día, vio a un pequeño pollito amarillo que caminaba por el suelo, buscando algo para comer. "¡Hola!", gritó Carlos desde su árbol. "¿Qué haces tan solito?"
El pollito, que se llamaba Paco, levantó la vista y sonrió. "Busco granos, pero no encuentro ninguno. Todo está muy seco aquí," respondió Paco, con su voz suave. Carlos sintió ganas de ayudarlo y pensó en su amigo, el pato Diego, que conocía cada rincón del bosque. "¡Voy a llamar a Diego!", dijo Carlos emocionado.
Mientras tanto, un gato llamado Lola, que vivía cerca del lago, escuchó la conversación. Atraída por la idea de una búsqueda, salió de su escondite y se unió a ellos. "¿Puedo ayudar también?", preguntó Lola, moviendo su cola con entusiasmo. Carlos, Paco y Lola miraron al horizonte y se preguntaron: "¿Dónde encontraremos esos granos?"