Fresas y Tranvías en la Ciudad Brillante (2)

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Después de una magnífica fiesta en el castillo de la reina, Matheo, Freya y Kilian se despidieron de sus nuevos amigos con corazones llenos de alegría y promesas de volver a verlos. Al salir del castillo, el aire fresco y perfumado les dio la bienvenida. “¡Qué día tan maravilloso hemos tenido!”, exclamó Matheo, mientras se sentían aún vibrantes de la música y la danza. A medida que se alejaban, la luna comenzaba a brillar en el cielo, y las estrellas parecían parpadear con fuerza, como si también celebraran su aventura. Juntos, se dirigieron hacia el tranvía que los había traído al castillo, sin saber que la noche aún tenía más sorpresas reservadas para ellos.

Cuando llegaron a la plaza, notaron que el tranvía no se había ido. El conductor, un anciano con una barba blanca como la nieve, los miró y sonrió. “¿Quieren dar un último paseo en el tranvía esta noche?”, preguntó con una voz suave que sonaba como un canto. Matheo, Freya y Kilian intercambiaron miradas emocionadas y asintieron rápidamente. Subieron al tranvía, que ahora parecía aún más mágico bajo la luz de la luna, decorado con pequeñas luces centelleantes que danzaban al ritmo del viento.

“Este tranvía tiene un poder especial”, dijo el conductor mientras comenzaba a moverse. “No solo los lleva a lugares lejanos, sino que también puede mostrarles sus sueños más profundos”. Los ojos de Freya brillaron de curiosidad y espectativa. “¿Realmente podemos ver nuestros sueños?”, preguntó con emoción. “Sí”, respondió el conductor, “pero deben estar listos para compartir lo que desean en sus corazones”. Los amigos se miraron, y por un momento, la emoción llenó el aire como un mágico hechizo que unía sus corazones.

El tranvía comenzó a viajar a toda velocidad, atravesando luces brillantes y coloridos paisajes. Mientras tanto, los amigos comenzaron a contar sus sueños. Matheo deseó ver a todos los niños del mundo jugar juntos en un enorme parque, llenos de risas y alegría. Freya soñó con un vasto campo donde crecieran fresas de todos los colores y sabores, donde todos pudieran venir a recogerlas. Kilian, por su parte, habló de un lugar donde los tomates pudieran hablar y contar historias entre ellos. “Me encantaría tener una gran reunión donde todos compartieran sus historias más divertidas”, dijo con entusiasmo.

A medida que compartían sus sueños, el tranvía comenzó a brillar más intensamente, y una suave brisa les acarició los rostros, llevando consigo sus deseos. De repente, se encontraron en un hermoso parque, donde muchos niños estaban jugando juntos, riendo y corriendo. Matheo sonrió al ver su sueño hecho realidad, y decidió unirse a ellos. “¡Vengan! ¡Aquí hay espacio para todos!”, gritó, mientras Freya y Kilian se unían a la diversión. Juntos jugaron a la pelota, corrieron y disfrutaron de un hermoso día rodeados de amigos.

Después de un rato, el tranvía los llevó a un vasto campo de fresas donde los colores eran vibrantes y las fresas brillaban como joyas. “¡Miren cuántas hay!”, exclamó Freya, maravillada. Comenzaron a recoger fresas y a disfrutar de su dulce sabor. En ese momento, Kilian imaginó una gran reunión de tomates rodeados de historias y risas, y el tranvía pronto los llevó a un encantador picnic donde todos los tomates se reunían para compartir cuentos sobre sus aventuras. Los amigos compartían risas mientras escuchaban las historias divertidas, sintiéndose más unidos que nunca.

Finalmente, el anciano conductor anunció que era hora de regresar. Mientras el tranvía los llevaba de vuelta, Matheo, Freya y Kilian se dieron cuenta de que sus sueños no solo