Matheo era un niño curioso y aventurero que le encantaba explorar el jardín de su abuela. Un día, mientras jugaba, encontró una deliciosa ensalada de frutas en una mesa. Él decidió probarla, pero antes de dar el primer bocado, se dio cuenta de que faltaba algo... ¡lechuga! Así que decidió ir a buscarla al huerto.
En el huerto, Matheo se encontró con un cerdo muy amigable llamado Kilian. El cerdo le contó que le encantaba la lechuga, por lo que Matheo le pidió que le ayudara a encontrarla. Juntos buscaron por todo el huerto hasta que finalmente encontraron la lechuga perfecta para la ensalada.
De repente, apareció un ratón travieso llamado Sebastian, quien también quería unirse a la búsqueda de lechuga. Aunque al principio Matheo estaba asustado, luego se dio cuenta de que el ratón solo quería ayudar. Los tres amigos continuaron su aventura juntos y encontraron la lechuga ideal.
Cuando regresaron a la mesa con la lechuga, se encontraron con un cangrejo muy hambriento que también quería un poco de la ensalada. Matheo, Kilian y Sebastian decidieron compartir con el cangrejo, ya que sabían que era importante ser amables con los demás.
Finalmente, todos disfrutaron de la deliciosa ensalada juntos. Matheo aprendió que la amistad y la colaboración hacen que las cosas sean mucho más divertidas y sabrosas. El día terminó con risas y sonrisas, y Matheo se sintió muy feliz de haber hecho nuevos amigos.
Desde ese día, Matheo visitaba el huerto siempre que podía, para jugar con Kilian, Sebastian y el cangrejo. Y así, continuaron teniendo muchas aventuras y aprendiendo lecciones importantes juntos.