La amistad entre Isabella, Frank y Day se fortalecía con cada nueva historia y cada juego compartido bajo la sombra de los árboles antiguos. Una mañana brillante, mientras la niña tejía coronas de flores para sus amigos, un murmullo misterioso se filtró a través de las hojas. Era un susurro apenas audible que parecía contar una historia desconocida, una leyenda del bosque que ninguno de ellos había escuchado jamás.
Curiosos, los tres amigos decidieron seguir el susurro. Saltaban de piedra en piedra y se deslizaban entre los helechos, siempre con cuidado de no pisar ninguna flor. El sonido los llevó a la base de un viejo roble, donde las raíces formaban un arco natural. Allí, la melodía de las palabras se volvía más clara, como si la misma tierra quisiera compartir su relato.
De repente, del arco de raíces emergió una pequeña criatura mágica, era un duende del bosque llamado Eryn. Con una sonrisa pícara y ojos centelleantes, Eryn hizo una reverencia ante sus nuevos espectadores. "He oído hablar de ustedes, los amigos que valoran las historias tanto como las semillas y el sol", dijo el duende con voz melodiosa. "Permítanme compartir con ustedes el cuento más antiguo de nuestro bosque, la historia de cómo la luna se enamoró del mar".
Isabella, Frank y Day se acomodaron alrededor de Eryn, las coronas de flores olvidadas por el momento. El duende comenzó a narrar la leyenda, gestos mágicos acompañaban sus palabras mientras el bosque parecía escuchar en silencio respetuoso. Isabella sentía cómo la historia tejía hilos de luz plateada en el aire, Frank veía en su mente la luna danzando sobre las olas, y Day, con su fino sentido de abeja, podía casi saborear la sal del mar en cada palabra.
Cuando la historia terminó, el crepúsculo había caído sobre el bosque, tiñendo todo de tonos suaves y misteriosos. Los tres amigos agradecieron a Eryn por el hermoso cuento, y el duende, satisfecho con la audiencia atenta, desapareció tan silenciosamente como había aparecido, dejando solo el eco de su relato en el aire.
Isabella, Frank y Day regresaron a casa bajo las estrellas, sus corazones llenos de la maravilla de un cuento antiguo y la promesa de muchos más por descubrir. En lo sucesivo, cada vez que miraban la luna llena sobre el horizonte, recordaban la historia del duende y se preguntaban qué otros secretos aguardarían en las sombras susurrantes del bosque.