En un hermoso prado vivía Matheo, un perro muy curioso y valiente. A Matheo le encantaba explorar y descubrir nuevos lugares. Un día, mientras paseaba por el prado, encontró un delicioso tomate rojo y jugoso. Entusiasmado, decidió llevarlo a casa para compartirlo con sus amigos.
Mientras caminaba, Matheo escuchó un fuerte rugido proveniente del río cercano. Al acercarse, descubrió que era un tiburón que había quedado atrapado en un pequeño charco. Matheo, sin dudarlo, se lanzó al agua para ayudar al tiburón. Con sus habilidades nadadoras, logró llevarlo al río y salvarlo.
El tiburón, agradecido por su ayuda, le dijo a Matheo que le debía un favor. Matheo, con su espíritu aventurero, le pidió que lo llevara a conocer el océano. El tiburón aceptó y, en poco tiempo, llegaron a un fascinante mundo submarino. Allí, Matheo conoció a Kiliancito, una pequeña mariposa que vivía en el fondo del mar.
Kiliancito le mostró a Matheo todas las maravillas del océano y le presentó a sus amigos, las tortugas, los peces de colores y muchos otros animales marinos. Juntos, nadaron y jugaron toda la tarde.
Al anochecer, Matheo se despidió de sus nuevos amigos y regresó a casa con el tiburón. Pero antes de irse, Kiliancito le regaló un pequeño tomate verde, que según ella, tenía poderes mágicos.
Al llegar a casa, Matheo compartió su aventura con sus amigos y les mostró el tomate mágico. Todos quedaron asombrados y decidieron plantarlo en el prado. Para sorpresa de todos, al día siguiente, un hermoso tomate rojo y jugoso había crecido en lugar del tomate verde.
Desde ese día, Matheo, Kiliancito y todos sus amigos disfrutaban de ricas meriendas con los tomates mágicos del prado. Y Matheo, aprendió que las mejores aventuras pueden suceder en los lugares más inesperados.