El muñeco de nieve y la luna

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Matheo era un niño curioso que siempre miraba la luna desde su ventana todas las noches antes de dormir. Un día, decidió hacer un muñeco de nieve con su amigo Kiliancito. Juntos, buscaron ramas para los brazos, una zanahoria para la nariz y piedras para los ojos y la boca.

Una vez terminado el muñeco, Kiliancito le puso una flor en la mano, para que se viera bonito. Entonces, los dos amigos se sentaron al lado del muñeco para descansar.

De repente, la luna se asomó entre las nubes y habló con el muñeco de nieve. Los niños no podían creer lo que estaban viendo y escuchando. La luna le preguntó al muñeco si le gustaba tener una flor y una boca, y el muñeco contestó que sí, que se sentía feliz con su nueva apariencia.

Los niños se quedaron asombrados al ver que el muñeco de nieve cobraba vida. La luna les explicó que era gracias al regalo de la flor y la sonrisa que le habían dado. A partir de ese día, el muñeco de nieve se convirtió en el guardián de la flor de la amistad y siempre tenía una sonrisa en su boca, gracias a la magia de la luna.

Los niños se fueron a dormir esa noche con una gran sonrisa en sus rostros, felices de haber presenciado un momento tan especial. Desde entonces, cada vez que miraban la luna, recordaban la noche en la que el muñeco de nieve cobró vida gracias a la magia de la luna y la amistad.