Kilian, el pulpo, vivía en una pecera enorme en la casa de Matheo. Era un pulpo muy especial porque le gustaba bailar cuando veía la televisión. Matheo siempre encendía su programa favorito para que Kilian moviera sus tentáculos al ritmo de la música. ¡Qué divertido era ver a Kilian girar como si estuviera en una fiesta bajo el agua!
Un día, mientras Kilian bailaba, Matheo escuchó unos ruiditos en la cocina. Cuando fue a investigar, encontró a un ratón llamado Pipín que estaba mordisqueando un pedacito de queso. Matheo no se asustó, sino que invitó a Pipín a ver la televisión junto a Kilian. Al ratón le encantó la idea y comenzó a saltar de alegría. ¡La pecera, el ratón y la tele parecían una sala de cine en miniatura!
De repente, se escuchó un "¡Pío, pío!" proveniente del patio. Matheo salió corriendo y vio un pequeño pollito perdido. Nervioso, Matheo regresó con Pipín y Kilian para pedirles ayuda. Kilian dejó de bailar, Pipín dejó de brincar y los tres comenzaron a pensar cómo podrían llevar al pollito con su familia. Pero, ¿qué podrían hacer ellos para ayudarle?